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opinión_
La visión ideal de la justicia
humana por “Don Quijote
de la Mancha”
Javier Nistal
Burón Jurista del Cuerpo
Superior de
Instituciones Penitenciarias
Quien lea el título de este artículo, sin duda, se
estará preguntado por el interés que pueda tener
en el año 2014, evocar las ideas y pensamientos
que Miguel de Cervantes puso en boca de Don
Quijote, hace ya más de cuatro siglos. Sin embar-
go, podemos afirmar que una de las notas más re-
levantes de esta genial obra “El Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha” es, precisamente, la de
su contemporaneidad, al encontrase en ella inte-
reses actuales y problemas humanos casi siem-
pre vigentes, entre otros y por lo que se refiere al
título de este artículo, la defensa desinteresada y
generosa de nuestro caballero andante de todas
las causas justas con las que se topaba en sus mu-
chas andanzas caballerescas.
Es en ente contexto en el que quiero hacer lle-
gar a los lectores de este comentario sobre el ideal
de la justicia humana para Don Quijote de la Man-
cha, la idea de hasta qué punto las reflexiones que
nuestro caballero andante hizo sobre la justicia
hace ya más de 400 años, pueden tener hoy día
un asombroso paralelismo en nuestra sociedad
actual; y es que la condición humana ha cambia-
do muy poco en los cuatros siglos transcurridos
desde que vio la luz esta genial obra de la litera-
tura española.
EL IDEAL DE LA JUSTICIA HUMANA PARA
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Don Quijote cuyo oficio no es otro, sino valer a los
que poco pueden, vengar a los que reciben tuer-
tos y castigar alevosías (I, 17); cuya profesión es
perdonar a los humildes y castigar a los soberbios,
es decir, acorrer a los miserables y destruir a los
rigurosos (II, 52); con ánimo deliberado de ofrecer
su brazo y su persona a las más peligrosas aventu-
ras que la suerte le depara en ayuda de los flacos
y menesterosos (I, 13); es el auténtico adalid del
valor de la justicia y, como tal, consciente de la au-
sencia de dicho valor en la sociedad en la que vive,
se plantea una utopía en la que quiere construir
un mundo mejor, donde dicho valor rija en la re-
ferida sociedad. Para ello, quiere restaurar la Edad
de Oro, ya que fue la época en que la humanidad
era feliz y regían todos los ideales que persigue
Don Quijote, tal y como se expresa en el Capítulo
50_Abogados_Febrero 2015
XI de la Primera Parte. “……….dichosa edad y siglos
dichosos aquellos a quienes los antiguos pusieron
nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que
en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se
alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna,
sino porque entonces los que en ella vivían ignora-
ban estas dos palabras de tuyo y mío... Todo era paz
entonces, todo amistad, todo concordia... No había
la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con
la verdad y la llaneza. La justicia se estaba en sus
propios términos sin que la osasen turbar ni ofen-
der los del favor y los del interés, que tanto ahora la
menoscaban, turban y persiguen.” (I, 11).
Para conseguir este objetivo Don Quijote se en-
frenta a todo aquello que considera injusto y trata
de ejemplarizar con lo que considera justo. Para
empezar, nuestro caballero andante refiere cómo
debe ser una administración de justicia ejemplar,
cuando le traslada a su Escudero Sancho en el Ca-
pítulo XLII de la Segunda Parte una serie de conse-
jos, al asumir aquél el gobierno de la “Ínsula Bara-
taria”. Entre ellos, aquel en el que le recomienda
que nunca se debe guiar ”……..por la ley del encaje,
que suele tener mucha cabida con los ignorantes
que presumen de agudos.” (II, 42). La ley del encaje
era la forma de resolver las controversias de modo
arbitrario, se trataba, por lo tanto, de una práctica
contraria a la seguridad jurídica, que debe conce-
birse como la posibilidad de prever las decisiones
de los poderes públicos.
También aquella otra recomendación donde
Don Quijote le dice a Sancho “……hallen en ti más
compasión las lágrimas del pobre, pero no más jus-
ticia, que las informaciones del rico.” (II, 42). Aquí el
Ingenioso Hidalgo proclama la igualdad de todos
ante la Ley, sin distinción; lo que Don Quijote re-
clama es el respeto a la certeza del derecho, pues
la justicia no puede admitir depender del capricho
de los que gobiernan, sino sólo de una norma cla-
ra y precisa. “La inexorabilidad de la ley no puede
ceder a los dictados del corazón”.
Y este otro consejo también “………cuando pudie-
re y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo
el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la
fama del juez riguroso que la del compasivo.” (II, 42),
donde Don Quijote le traslada a su Escudero la ne-