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OPINIÓN_ EL ARTE DE SENTENCIAR (II)
PARA QUIÉN ESCRIBEN LOS JUECES
Una breve reflexión sobre el lenguaje de la justicia
“Haga el favor de poner atención en la primera
cláusula porque es muy importante. Dice que… la
parte contratante de la primera parte será consi-
derada como la parte contratante de la primera
parte. ¿Qué tal, está muy bien, eh?”.
Groucho Marx.
Una Noche en la Ópera.
PROBABLEMENTE ESTA CITA cinematográfica des-
criba a la perfección los vericuetos del lenguaje
jurídico. La escena dura poco más de tres minutos
y lo paradójico de la situación es que cada una de
las cláusulas es claramente prescindible, de hecho,
Groucho Marx va arrancando a tiras cada uno de
los puntos controvertidos con la frase: “¿por qué
hemos de pelearnos por una tontería como ésta? La
cortamos”. No todas las referencias al lenguaje jurídico son,
sin embargo, tan negativas, en 1840 Stendhal en-
vió una carta a Honoré de Balzac en la que le co-
mentaba que todas las mañanas, antes de empe-
zar a escribir, leía dos o tres páginas del Código civil
francés, esa lectura le ayudaba a fijar el estilo.
Revisada esta anécdota en sentido inverso, 175
años después, tal vez deberíamos plantearnos qué
debemos leer los jueces para fijar nuestro estilo,
sin duda la revisión de la Cartuja de Parma o el Rojo
y el Negro serían una buena recomendación.
Sería interesante someter al escrutinio de un
lingüista las resoluciones judiciales, pedirle su
opinión profesional sobre el uso de los signos de
puntuación, sobre la estructura de las frases, la ex-
tensión de los párrafos o la comprensibilidad del
discurso de esas resoluciones.
¿Es necesario que los jueces cuenten con normas
de estilo para el dictado de sus resoluciones?
Esta es una cuestión no pacífica ya que puede
considerarse que esas normas de estilo no
son necesarias puesto que las leyes procesales
establecen el modo en el que debe resolverse,
por otra parte, la elaboración de estas normas de
estilo puede considerarse como una invasión del
principio de independencia judicial.
22_Abogados_Septiembre 2016
JOSÉ Mª
FERNÁNDEZ SEIJO
Magistrado No debe olvidarse que las principales institu-
ciones públicas y privadas españolas cuentan
con normas de estilo que identifican sus escritos
y que definen su imagen corporativa. Las normas
de estilo las configuran lingüistas, sociólogos y
comunicadores, en el supuesto de que hubiera
de elaborarse unas normas de estilo de los jueces,
evidentemente éstos y sus órganos de gobierno
deben intervenir en la elaboración de esas normas
de estilo.
No se dice mucho cuando se afirma que el juez
escribe para las partes ya que bajo la referencia
partes se incluye tanto a los particulares que acu-
den a los tribunales, como a los profesionales que
asisten o asesoran a esos particulares en sus re-
clamaciones. En muchas ocasiones el lenguaje de
las resoluciones judiciales es hermético y se dirige
sólo a iniciados, lo que hace que las sentencias
sean de difícil comprensión.
Cierto es que el juez se ve mediatizado por el re-
dactado de las leyes, y la técnica legislativa actual
no es un ejemplo de claridad o precisión; al juez
también le marcan las partes y sus escritos, en
muchas ocasiones reiterativos y farragosos. Pese a
estos obstáculos lo cierto es que un sistema efecti-
vo de garantías debería obligar a los jueces a hacer
un esfuerzo de claridad y comprensión, el juez de-
bería aspirar a que sus resoluciones pudieran ser
comprendidas por personas que no dispusieran de
un conocimiento profundo del derecho.
EL RIESGO DE LA TRADUCCIÓN
Si el juez no realiza ese esfuerzo de comprensión
corre el riesgo de que sus resoluciones no sean
comprendidas y deban ser traducidas, con el ries-
go que tiene toda traducción, no en vano hay un
proverbio italiano que afirma que el traductor es
un traidor (traducttore, traditore); el juez se ve trai-
cionado por la lectura que hacen los abogados de
las partes o por la interpretación que pueda apa-
recer en los medios de comunicación, estos dos
vehículos de traducción, por bien intencionados
que sean, pueden distorsionar el contenido de la
sentencia, hacer énfasis en elementos accesorios.