Hay guerras que nos resultan lejanas, casi ignoradas. Tan ignoradas como las personas que huyen de ellas. Iboun pudo escapar de Gao, su ciudad, en 2012, cuando tenía 19 años. Los yihaidistas habían impuesto la Sharía en esa región de Mali después de un golpe de estado que llenó el país de inseguridad y violencia. Recorrió 1.186 kilómetros para llegar a Bamako, la capital, y desde allí viajó a Mauritania y de Mauritania a Marruecos, donde estuvo casi dos años en condiciones durísimas.
En ese tiempo, intentó entrar a España varias veces saltando la valla de Melilla. En marzo de 2013 consiguió pasar al otro lado, pero fue devuelto a Marruecos. Lo volvió a intentar en patera, desde Nador hasta las Islas Chafarinas. Y otra vez fue devuelto. Finalmente, consiguió llegar en una zodiac hasta Motril en agosto de 2014, y de Motril pasó a un Centro de Acogida para Refugiados en Madrid en el que estuvo algunos meses.
Pasó por muchos países y vio cómo a sus gobernantes solo les preocupaban las cuotas. Números sin alma de personas a las que acoger o expulsar.
Iboun no tiene nada. Solo un anillo que le ha enviado su hermana, el único recuerdo de su país y su familia. También tiene una tarjeta roja de solicitante de asilo que debe renovar periódicamente. Cuando la enseña se le cierran muchas puertas de posibles empleadores y su vida se llena de incertidumbre y angustia. “Lo que construí en Mali ya no lo tengo – dice- y lo que estoy construyendo aquí me lo pueden quitar si me deniegan el asilo”.
Pero Iboun es optimista. Siempre consigue lo que se propone, y si no, vuelve a intentarlo.
Exposición “Un día tuvimos que huir” / ACNUR
Los textos “Yo acuso” han sido solicitados por el Consejo General de la Abogacía Española y se han asignado aleatoriamente
Cuando Maiga Iboun llegó en patera a una de las islas españolas de las Chafarinas en la madrugada del 15 de abril de 2014 pensó que por fin estaba a salvo. Como sus siete compañeros de barca pidieron asilo nada más pisar el peñón. Maiga es de Gao, la zona más castiga por la guerra en Mali, donde regentaba un bar que se convirtió en uno de los primeros objetivos de los radicales que ocuparon transitoriamente el norte del país. Fue capturado pero consiguió escapar.
De las Chafarinas fue expulsado a Marruecos sin que las autoridades españolas hicieran caso a su petición de asilo. Era su cuarta expulsión de España. Antes había saltado tres veces la valla de Melilla, las tres expulsado ilegalmente por la Guardia Civil y recibiendo palizas de los gendarmes marroquíes. Sí, estaba en suelo español, nadie le preguntó ni siquiera su nombre y hasta que no llegó en otra patera a Motril meses después, entrar previamente en España cuatro veces para pedir asilo no le sirvió de nada.
Sin embargo otros muchos, como las 15 víctimas mortales del Tarajal en Ceuta, o los que se siguen ahogando en pateras a Canarias o Andalucía, se quedan en el camino al estrellar sus vidas contra el muro de la frontera sur española ¿Hasta cuándo?
Nicolás Castellano, periodista Cadena SER. Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española 2007