Una cámara de fotos, el pasaporte, unas notas con recetas de cocina, poemas y apuntes de un largo viaje son todo el equipaje de, llamémosle, Karim. Antes de eso tenía una tienda de decoración en Aleppo, que le quitó uno de los bandos contendientes en la guerra de Siria. El otro bando lo secuestró durante cuatro días. Cuando su hijo mayor, obligado a alistarse en el ejército, murió en combate, decidió salir de su país. Su viaje comenzó en Antioquía, Turquía, muy cerca de la frontera con Siria. Fue anotando sus pasos en un papel para no perder la cordura y documentando con fotografías los lugares y personas que se iba encontrando por el camino.
Antes de eso, la madrugada del 27 de octubre de 2015 subió a una embarcación neumática para hacer un trayecto que habitualmente cuesta 40 minutos, entre Turquía y Lesbos. Karim estuvo 10 horas en el mar Egeo. De ese capítulo no hay fotos, solo dolor al recordar a las 46 personas que viajaban con él. La primera que murió fue una niña de seis años que inhaló el combustible derramado con el oleaje. A otras se las tragó el mar cuando nadaban a buscar ayuda o cuando se quebró la embarcación. Él ni siquiera se explica cómo pudo sobrevivir después de estar a la deriva durante horas.
Ahora, en Barcelona, aprende español y piensa en sus tres hijos: uno en Turquía y otros en Bélgica. Quiere empezar una nueva vida en paz porque, dice, con la guerra no hay futuro.
®Karla, 7 años
Los textos “Yo acuso” han sido solicitados por el Consejo General de la Abogacía Española y se han ASIGNADO aleatoriamente
Los gobiernos europeos han dado grandes lecciones de hipocresía, cinismo e indiferencia ante la crisis humanitaria más dramática de las últimas décadas. Han sido incapaces de establecer estrategias que evitasen la tragedia. Como ha ocurrido tantas veces han vuelto a llegar tarde y su imagen ha quedado seriamente deteriorada antes sus propios ciudadanos.
¿Quién puede creerse que alguien en sus cabales huiría de su país cargando con niños de corta edad si no fuera por la imposibilidad de seguir viviendo en él? ¿A quién le gustaría dejar una casa decente y un trabajo remunerado por puro aventurismo ¿Arriesgarse a morir ahogado o esquilmado por las mafias simplemente porque le interesase vivir en Alemania o Suiza?
La tentación es pensar que los refugiados son miles de números huyendo. Pero miras a los ojos y observas que todos son diferentes. La tentación es pensar que todo lo que ves ya los has visto anteriormente. Pero sabes que los de hoy no son los de ayer ni serán los de mañana.
Gervasio Sánchez, periodsita freelance. Premio Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española 2009