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estación de Budapest-Keleti. Septiembre 2015.
Otra característica de los actuales muros es su creciente y sofisticada tecnología que incluye según los casos varios tipos de vallas de contención, más o menos elevadas, electrificadas, con cuchillas y otros elementos de importante riesgo para la integridad de las personas; iluminación de muy alta intensidad, detectores de movimiento, sensores electrónicos y equipos de visión nocturna; vigilancia permanente con camionetas todo-terreno; helicópteros artillados y hasta minas antipersonas. Tamaña perversidad en su diseño, que en ocasiones convierten algunos muros en verdaderas armas mortíferas, lleva a recordar su analogía con la meticulosa y precisa planificación de los campos de exterminio nazis. No se trata ya de delimitar territorios estatales, sino de levantar muros que abiertamente violan las obligaciones de cooperación y de buena vecindad entre Estados, que segregan, discriminan, impiden la comunicación, separan, dividen, dificultan la convivencia, desconfían del otro, muchas veces sometido a toda clase de sospechas. En ocasiones, su construcción se materializa con la proyección de elementos de riesgo de daños concretos contra las personas, que de producirse y probarse podría acarrear la responsabilidad interna o internacional de los Estados constructores. LA FALSA EFICACIA DE LOS MUROS Pese a su aparente sofisticación, la construcción de estos muros puede ser considerada como una acción destinada al fracaso, al menos a medio plazo, pues no logran detener el fenómeno migratorio ni garantizan la seguridad. Por el contrario ha tenido y tiene inmediatos y perniciosos efectos secundarios: l constituye un espectacular estímulo a la industria de falsificación de documentos de identidad;
l favorecen el negocio de las mafias, que incrementan sus ingresos buscando rutas alternativas más largas y más peligrosas l incrementan las penalidades en la travesía de los migrantes, entre ellos muchos menores. l ha impulsado la excavación de decenas, cientos de túneles bajo las murallas l no ha detenido la corriente migratoria ni ha descendido el número de fallecidos en su intento de cruzar las fronteras. La fiebre constructora de murallas físicas (y no solamente de ese tipo) nos conduce a formular una serie preguntas y exigencias: -¿Cuándo lograremos una libre circulación migratoria a nivel universal, superando esta globalización incompleta, economicista y segregacionista y abandonando las soluciones estatales, en numerosas ocasiones centradas tan sólo en el corto plazo? -¿Resistirá esta globalización el creciente amurallamiento –incluso pluriamurallamientode tantos estados? -¿debemos asistir a la muerte de algunas personas en estas vallas para reaccionar contra el amurallamiento y reclamar responsabilidades jurídicas que pudieran haberse evitado? -¿Tendremos que establecer, en palabras del profesor ángel G. Chueca, una nueva rama del ordenamiento internacional, la que en el futuro estudie la “murología”? El respeto de los derechos Humanos de todas las personas y de las normas legales debe llevarnos a exigir el replanteamiento de las políticas de amurallamiento y en particular la diseñada por la Unión Europea y sus Estados miembros y de forma inmediata la eliminación de todos aquellos elementos instalados en los muros que, por su intrínseca peligrosidad, puedan suponer un riesgo para la integridad de las personas. l
El respeto de los derechos Humanos de todas las personas y de las normas legales debe llevarnos a exigir el replanteamiento de las políticas de amurallamiento y la eliminación inmediata de todo elemento instalado en los muros que pueda suponer un riesgo para las personas
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